martes, 25 de marzo de 2014

Él.

Él, un joven decepcionado con la vida, que siempre había tenido las migajas de lo que quería por no haber luchado a tiempo.

Él, que en silencio se lamentaba por su desdicha, pero que para el resto de los mortales era feliz.

Él, que decía que no creía en el amor, que era un raro porque quería amor sin compromiso, sólo porque todas sus parejas o intentos de ella le habían hecho el corazón añicos y se había creado una coraza casi indestructible.

Él... Se cansó.

Se levantó tal día como hoy y se dijo a sí mismo "Hoy va a ser el primer día del resto de mi vida". 

Ese mismo día Él empezó a luchar por lo que verdaderamente quería justo en el momento en el que se le ofrecían y dejó atrás la pereza. Se dio cuenta de que las migajas que recibía sólo eran fruto de su comportamiento, de su trabajo diario para construirse a sí mismo.

También ese día comenzó a utilizar las lágrimas que le caían por le mejilla para transformarlas en fuerza, fuerza para ser feliz... Esa felicidad que antes aparentaba, pero que ahora la iba a experimentar en sus propias carnes.

Ya no tenía coraza. Repentinamente, ésta se había caído. Aunque vivía tras un amor "casi" imposible, ya sí estaba dispuesto a todo: quería un amor de verdad, algo puro y duradero... no amores con fecha de caducidad. Una compañera de viaje, de vida. Alguien que fuera capaz de darlo todo por Él y viceversa. Alguien a quien darle todo el amor que lleva dentro y que ha estado escondido durante años, pero alguien que lo merezca de verdad.

Ese día... Él empezó a coger las riendas de su vida. A caminar por esa carretera solitaria que es la vida, pero de una manera diferente.







Ese día, Él...




Empezó a ser ÉL.